"Han rechazado Mi Evangelio y distorsionado Mi verdad"
Mensaje de Jesús al Obispo Ottavio Michelini, dado el 19 de Septiembre de 1975, Vigente al 2016
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Yo
amo a las almas; el Infierno sí existe.
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Han rechazado Mi Evangelio y
distorsionado Mi verdad.
Hijo, ¿Para qué sirven gloria, estima, riqueza y salud, prosperidad,
ingenio y cultura si luego al final se pierde el alma?
Estas palabras fueron motivo para muchas almas de buena voluntad, de una
radical regeneración espiritual o conversión.
Una seria y ponderada reflexión a esta invitación mía, puede llevar a
las almas a la conquista de virtudes heroicas, a lograr la perfección y
santidad.
Una seria meditación sobre esta advertencia mía ha llevado y puede
llevar a muchas almas a descubrir aquella perla preciosa de la que Yo hablo en
la parábola, por la que bien vale la pena cortar netamente con el pecado, a
través de un resuelto desapego de los falaces bienes y afectos de este
mundo. Y seguirme en el camino del Calvario, a cambio de una inmarcesible
corona de gloria eterna en la Casa de mi Padre...
Hijo, el alma en pecado es como la piedra que, de lo alto, en virtud de
la ley natural de la gravedad, se precipita hacia el fondo, aumentando en su
caída de peso y de velocidad.
El alma en pecado se precipita hacia el fondo, aumentando en su caída el
peso de sus culpas, de sus pasiones. ¿Qué ley natural puede detener e invertir
una piedra cayendo de lo alto hacia abajo? ¿Qué ley natural puede invertir la bajada
hacia abajo en ascenso hacia lo alto?
Ninguna ley natural puede hacer este milagro. Solamente una ley de orden
superior lo podría hacer.
Sólo Yo soy la ley sobrenatural, esto es la Fuerza divina que puede
detener al pecador en su ruinosa bajada hacia el precipicio e invertir su rumbo
de descenso en subida, hacia lo alto, hacia la Vida.
Esto es lo que más ardientemente deseo hacer con todos los pecadores,
pero en particular con mis sacerdotes arrollados por el maligno, por la
concupiscencia del espíritu y de los sentidos.
Bastaría una mirada suya hacia Mí crucificado, una invocación suya a mi
Corazón misericordioso, y que según el ejemplo de Pedro, me
dijeran: “¡Sálvame, Señor, porque me ahogo entre las olas!”
¡Oh, hijo mío, cómo sería solícito en alargarles mi mano, para traerlos
a salvo!
Yo amo a las almas; el Infierno sí
existe.
¿Te das cuenta de la trágica situación de muchos sacerdotes míos que
están caminando a grandes pasos hacia la condenación eterna de su alma? ¿Puede
haber sobre la tierra tragedia más grande, más horrible que ésta?
¿Puede haber
engaño más diabólico que el que se ha difundido en nuestros tiempos, por pseudo
- maestros afirmando que el Infierno no existe y que la Misericordia divina no
podría permitir jamás la condenación eterna de un alma? Estos propaladores de herejías y
errores quisieran anulada la Justicia divina, mientras deberían saber que en
Mí, Misericordia y Justicia son indivisibles, porque en Mí son la misma única
cosa.
Hijo mío, Yo Soy la Luz que ha venido a este mundo. La Luz resplandece
en las tinieblas, pero las tinieblas no la han acogido.
Yo amo a las almas. Quiero la salvación de las almas; para esto he
venido, pero tengo necesidad de vosotros, de vuestra colaboración.
Vosotros sois mis miembros, y todos los miembros tienden al mismo único
fin.
Yo tengo necesidad de vosotros, para que se cumpla en su plenitud el
Misterio de la salvación.
Según mi ejemplo, según el ejemplo de mi Madre Santísima, de los
mártires, de los santos, debéis abrazar generosamente vuestra cruz y seguirme.
Si la cruz os parece pesada, vosotros sabéis que Yo estoy en vosotros para
aliviar el peso.
Hijo, te he dicho y te lo repito: éste es un deber de justicia y de
caridad; nadie se puede sustraer de él, mucho menos mis ministros.
Han
rechazado Mi Evangelio y distorsionado Mi verdad.
No temas, estoy Yo para conducirte. Ve hacia adelante, no retrocedas y
no te preocupes. Han rechazado mi Evangelio, han distorsionado mi verdad, no han creído
a las almas víctimas, a las que he hablado. En sus palabras he puesto el sello
de mi gracia; han resistido a todo.
He dictado a María
Valtorta, alma víctima, una obra maravillosa. Yo soy el autor de esta obra. Tú
mismo te has dado cuenta de las rabiosas reacciones de Satanás.[1]
Tú has comprobado
la resistencia que muchos sacerdotes oponen a esta obra que si fuera, no digo
leída, sino estudiada y meditada llevaría un bien grandísimo a muchas almas.
Ella es fuente de seria y sólida cultura. (1)
Pero frente a esta obra, a la que está reservado un
gran éxito en la Iglesia renovada, se prefiere la basura de tantas revistas y
de libros de presuntuosos teólogos.
Te bendigo como siempre. Ámame mucho.
(1) “EL HOMBRE DIOS”,
María Valtorta, Centro Editoriale Valtortiano (11 Volúmenes). En varios
idiomas.